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Verdades fugaces

"бежать". Alexander Alexandrovich Deineka, 1934

«Corredores». Alexander Deineka, 1934. Pintura, 235×260 cm.
El museo estatal Ruso, Saint Petersburg.

La posverdad se erige como el distintivo modo de operación de la verdad en el siglo XXI.

Un matiz fundamental que rodea a esta noción es que no se funda en la mentira, sino en una serie de medias verdades. La posverdad se alza como un producto de la incursión sin precedentes de las fuerzas tecnológicas y de mercado en el tejido mismo de la vida, conformando un híbrido singular donde el deseo y el conocimiento se funden. En ella convergen de manera novedosa lo emocional, lo tecnológico y lo político.

La estructura de la posverdad semeja la idea de una obra de arte que no es autónoma, pues requiere la participación activa del espectador y se halla profundamente enraizada en el contexto. A diferencia de la mentira, que puede ser un acto individual, la posverdad florece como un fenómeno colectivo. Es información que el consumidor desea abrazar con fervor, aunque esté cargada de dudas o evidente falsedad. Es un deseo que brota desde las profundidades de la imaginación, lo cual explica por qué la posverdad tiende a ser un vehículo para la creación de identidades polarizadas, encerradas en sus propios “mundos”.

En los años 90, se solía afirmar que la verdad era un concepto elusivo, susceptible de ser moldeado a conveniencia. Sin embargo, los albores del siglo XXI trajeron un cambio drástico. La comunidad anhelaba la verdad: se buscaba formar parte de ella, pues se comprendía que hallar un lugar en su seno confería poder y legitimidad a la acción. La posverdad es una verdad a medida, esculpida para un consumidor específico. Son noticias que nos confortan con la idea de que el mundo se ajusta a nuestras propias visiones. Esto no puede tildarse de mera falsedad, más bien, se presenta como un nuevo régimen de verdad. Todos quedamos atrapados en el torbellino del evento mediático, que se desarrolla minuto a minuto ante nuestros ojos, solo para ser olvidado en el transcurso de un mes.

En las reflexiones de Weber, se establece una interesante relación entre la posverdad y la distinción entre la «acción moral pura» kantiana, desprovista de interés y consideración de las consecuencias, y la «ética de la responsabilidad,» fundada en la consideración de las implicaciones de nuestros actos. La convicción que orbita en torno a la posverdad se encuentra totalmente exenta de responsabilidad. El avatar de Internet que persuade a otros en su versión de los hechos nunca opera desde una posición de «ética de la responsabilidad». Irónicamente, su capacidad para generar confianza y captar la atención radica en su habilidad para contradecirse constantemente.

Y, sin embargo, la posverdad encierra un potencial liberador. Nos invita a imaginar la construcción reflexiva de mundos comunes que resistan la reducción de significados a meras herramientas de manipulación. En su seno, se vislumbra un dualismo subyacente de deseos, una constante búsqueda de sentido de la realidad y el diálogo. La posverdad es un terreno donde la imaginación despliega su labor con maestría. Al adoptar el enfoque del «pensamiento orientado a objetos,» que concibe un mundo no como una mera colección de átomos, sino como una serie de objetos perceptibles por la mente que se entrelazan de manera compleja, podemos encontrar un paralelismo con la posverdad. Esta última, en su esencia, no tiene existencia concreta, pero su fuerza yace en su capacidad para interactuar y dialogar con otras narrativas. En el presente, las conexiones entre objetos y significados se vuelven cada vez más intrincadas, disolviendo las fronteras entre lo corporal y lo abstracto, entre lo artificial y lo natural. En este mundo, las narrativas se convierten en sustancia palpable, y los objetos hablan.

A medida que avanzamos hacia la segunda mitad del siglo actual, la inteligencia artificial desplegará sus alas, y la realidad tomará caminos impredecibles. La posverdad resuena como un eco del futuro que está por venir. Estudiarla, entonces, se revela como una preparación para el mundo posthumanista. En medio de la sobreabundancia de datos, se impone la necesidad de una nueva apertura para no perdernos en un océano de «verdades» fugaces.

 

Ionah Bat Nuur 
Estrategia e Innovación en Soulsight

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