La manera en la que entendemos y observamos la realidad influye en cómo nos aproximamos al amor. Cada uno amamos de una manera determinada, la nuestra, y nos sabemos en el amor según las diferentes situaciones ante las que nos ha situado la vida. Existen muchas formas de amor pero en todas es común el afecto, entendiendo el afecto como el aprecio que sentimos hacia los seres vivos o las cosas.
No me gusta olvidar que en el lenguaje todos los conceptos tienen un significado original, genuino, que es la razón por la que nacen y gracias a la que las palabras mantienen su poder transformador. Acudo por eso a la RAE para entender a través de los matices del lenguaje que el amor es un concepto tan bello como mutable:
- m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
- m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
- m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
La primera de las descripciones nos habla de la doble dimensión en la que existe el amor. El amor necesita que al menos dos partes o dos sujetos estén implicados, que se reconozcan y gracias a que se produzca entre ambos el encuentro (como forma elevada de unión), se amen. Describe por lo tanto un sentimiento intrínseco y natural que nace en nuestro ser. Somos fuente de amor. La segunda, manifiesta la sensación que experimentamos ante un amor correspondido, es decir, el amor es en esta descripción un sentimiento orgánico que cuando fluye dota de una energía especial a aquellos que lo están experimentando. Por último, la tercera manifiesta el afecto a alguien o algo y parece querer describir el efecto que tiene el amor sobre las personas a la hora de relacionarnos. El amor se manifiesta a través de las conexiones.
Y, si bien el amor es la base de las relaciones que establecemos y las empresas son seres vivos que existen y viven gracias a las personas que trabajan en ellas, ¿por qué no es bienvenido en el entorno corporativo?
Parece como si lo natural en las organizaciones fuera relacionarnos desde otro lugar, más instrumental, sin dejar que asome ni el más mínimo atisbo de emoción o sentimiento. Desde la filosofía de Alfonso López Quintás y sus niveles de encuentro, me gustaría rescatar lo que él denominaría un primer nivel de relación que adquiere una posición de uso o disfrute de las cosas. Alfonso —conocido entre otros por su libro El poder del diálogo y del encuentro— menciona otros dos niveles más entre los que el amor se sitúa en el segundo nivel, aquel que se establece entre las personas, el nivel en el que también se encuentra la estima, la admiración, la colaboración y el respeto.
En mi opinión, el amor en las organizaciones «se viste de cuidados».
Si la cultura de una empresa la componen el tipo de relaciones que se establecen internamente y el amor «en forma de cuidados», esta cultura es capaz de movilizar a toda la organización y nada menos que transformarla. Es más, lo natural es que el cuidado esté presente en toda la empresa de una forma u otra, otro tema es que de manera consciente se quiera poner el foco en él. No hay duda de que parte de nosotros y reside en nuestra forma de entender las relaciones pero, precisamente por esa misma razón, suele pasar desapercibido.
Hace muy poco leí una definición de la palabra amar que me pareció especialmente bonita. Definía esta palabra como «dejar aparecer». Entender este concepto como la espera que hay mientras se produce un encuentro con alguien o algo, me pareció especialmente reveladora. ¿Qué es cuidar si no mostrar un cariño desinteresado hacia el otro?, ¿acaso no nos sale de forma natural cuidar a las personas, incluso a las que no amamos?
Cuidar el espacio, el lenguaje, la agenda o nuestra manera de interactuar con otras personas marca la diferencia y mueve una energía que favorece el entendimiento. Sin ir más lejos, los rituales que solemos establecer para generar espacios de colaboración son gestos de amor, detonadores de una energía diferente que nos permite conectar más con lo que somos, mostrarnos tal cual somos. Incorporar este tipo de rituales en nuestro día a día marca la diferencia.
«La armonía es puro amor», decía Lope de Vega, y es que razón no le falta al entender que allí donde se encuentra el equilibrio y la paz es donde en esencia reside el amor. Autoconocerse es amar y no solo a uno mismo, colaborar es amar, querer comprender es amar, escuchar es amar y por supuesto liderar lo es también.
Cuando el amor, especialmente en el entorno laboral, «se viste de cuidados» nos es más amable relacionarnos con él. Cuando somos conscientes de su poder solo podemos llevarlo por bandera.
Cristina Bucero
Estrategia e innovación en Soulsight