Comencé a adentrarme en el mundo del Metaverso con muchas preguntas y reconozco que algo escéptica.
No obstante, después de pasar las primeras horas de un zoom a otro, de un articulo a otro y de hablar con algunos expertos… ¡tachan! Me vengo arriba.
Datos… aquí una pequeña muestra de cómo un “simple” relato bien empujado, es capaz de expandirse hasta crear una “realidad”. Una realidad sin contenido que ya mueve mucha pasta.
“Se ha tenido constancia de inversiones en terrenos y edificios virtuales superiores a los 100 millones de dólares, más de 88 millones de euros, solo en el pasado diciembre, según datos DappRadar”. El Economista.
“Un terreno fue adquirido el pasado 30 de noviembre por unos 3 millones de euros”. Cinco Días.
“El tamaño del mercado del metaverso podría llegar hasta los 800.000 millones de dólares en apenas dos años, de cumplirse los cálculos de Bloomberg”. El Mundo.
Tras encontrarme con muchos datos y promesas como esta, busqué una definición de metaverso que no fuera la del Sr. Zuckerberg. Tras dar con varias definiciones de gurús del Metaverso (sorprendentemente ya hay muchos), me topé con Satya Nadella, CEO de Microsoft. Ella define así el metaverso en una entrevista con Financial Times:
«El metaverso se trata esencialmente de crear juegos. Tú y yo pronto estaremos sentados en una mesa de una sala de conferencias con nuestros avatares o nuestros hologramas o incluso plataformas 2D con audio envolvente. ¿Adivina qué? El lugar donde hemos estado haciendo eso desde siempre… es un juego. De este modo, la forma en que abordaremos lo que vamos a construir para el metaverso es, esencialmente, democratizar la construcción de juegos… y llevárselo a cualquiera que quiera construir cualquier espacio y tener esencialmente personas, lugares [y] cosas digitalizadas y relacionadas entre sí con su presencia corporal.»
Me quedé con un concepto de esta definición que comenzó a marcar el camino de mi investigación: juego.
Quise profundizar más allá del ciberespacio, quise entender qué significa el juego para el ser humano y llegué a un texto académico que me dio mucha información (El juego como fenómeno fundamental existencial humano. Pedro Salinas) y del que extraje muchos aprendizajes.
El juego es algo aparentemente inútil, algo que en la sociedad hiperproductiva contemporánea podría ser calificado como un modo de perder el tiempo. Sin embargo, el juego es uno de los resortes principales del ser humano, como la muerte o el amor.
Asociamos el juego al ocio, un espacio de tiempo alejado de nuestras preocupaciones y durante el cual conectamos con una “capacidad especial del alma”: la fantasía. El juego, a través de la fantasía, nos permite evadirnos de nuestra existencia, difuminar los límites de la realidad, redefinir los espacios, el tiempo, incluso a nosotros mismos, nos permite crear… y esto nos reporta placer.
“Freud, lo denominaba como una «satisfacción sustitutiva», tal como la que ofrecería el arte o la religión, como un narcótico psíquico eficaz de hacer frente a la realidad y la omnipotencia del destino mediante la imaginación.
Sin el amor, el ser humano no podría vivir, tampoco nuestra vida sería la misma si no fuéramos conscientes de nuestra finitud. Sin jugar, sin la fantasía, sin imaginación, nuestra existencia sería con toda certeza insoportable. La fantasía y la imaginación nos posibilitan ir hacia adelante, están presentes en cada idea, en cada proyección de futuro.
El juego también nos concede el privilegio de convertir cualquier objeto en un juguete, tal y como hacen los niños, y cuando hacemos esto, dotamos a esa cosa o a ese objeto, de una capacidad mágica.
Esto respondía a algunas de las primeras preguntas que surgieron cuando comencé esta investigación ¿qué interés puede tener el ser humano en crear y vivir en otra realidad?, ¿de qué huye?, ¿de qué escapa?
Volver a nacer siendo quienes siempre hemos querido ser. Es una promesa potente y muy seductora. En la película Ready Player One, la que todo el mundo te recomendará ver si te interesa este tema (aunque hay muchas otras), el protagonista define este mundo virtual como “Un lugar al que llegas por todo lo que puedes tener y en el que te quedas por todo lo que puedes llegar a ser”.
Un mundo en el que todos tenemos la posibilidad de proyectar un futuro nuevo, alejado de los problemas de un mundo físico que hoy nos emociona poco y en el que no tenemos mucha esperanza, un lugar mejor que nuestro presente a través del cual podemos evadirnos de una realidad que no es hostil… si tenemos la oportunidad de vivir en un mundo en el que todo es mágico y nuestras posibilidades infinitas ¿cómo renunciar?
Sí, es cierto, aún queda mucho para eso (algunos se atreven a decir que una década), otros dicen que el Metaverso será tal en el momento en el que no seamos capaces de distinguir entre nuestra realidad física y la virtual, porque las dos se habrán fusionado. Hay quien lo ve como una evolución natural de nuestro presente y para nada como una situación comprometida para la salud del ser humano. Yo tengo dudas y creo que hay cierto sesgo de optimismo en esa visión.
El Tecno-estrés está reconocido como patología desde el año 2007. Aún no existían las RRSS y tampoco teletrabajábamos, ni nos relacionábamos con los demás a través de la tecnología como lo hacemos hoy. Como me trasladó la ingeniera Patricia Llaque en una entrevista, ya hay glaucomas precoces diagnosticados por una sobreexposición a las pantallas, o enfermedades derivadas del sedentarismo y añadió: “Los seres humanos somos muy vulnerables, somos imperfectos emocionalmente e incapaces de darnos cuenta de nuestras limitaciones”. Y es cierto.
Todos o casi todos quieren jugar con el nuevo juguete. Nadie quiere quedarse atrás. Las organizaciones se han pasado años construyendo propósitos que prometían un compromiso con el bienestar del ser humano y con el planeta. Cientos de miles de euros gastados en enunciados que sostuvieran la estrategia de las compañías. ¿Cómo trasladar esos propósitos a esta nueva realidad que se nos plantea?
La sostenibilidad de la vida, los cuidados, el sentido… la línea que tanto esfuerzo nos costó trazar se diluye ahora a causa de un mundo que ni siquiera existe, que de momento no es accesible y que cuando lo sea, deberemos volver a diseñar porque nos habremos olvidado de lo más importante.
No obstante, mi falta de optimismo ante el impacto positivo del metaverso, o como quiera que se llame en el futuro, en nuestras vidas, debo reconocer que va acompañado de la emoción que me produce ser consciente de la trascendencia del momento que atravesamos, de las infinitas posibilidades que se abren ante nosotros si somos capaces de acertar con los relatos que nos contamos.
Natalia Cisterna
Estrategia e innovación en Soulsight
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