El otro día disfrutaba con admiración un documental sobre el rescate de 13 niños (The Rescue, de National Geographic) en una cueva de Tailandia en 2018… El entorno que ahí se describía era 100% imperfecto, hostil, incontrolable… inhóspito.
Trece niños atrapados en una cueva inundada con el monzón avanzando y llenando de más agua la cueva. No se dio un liderazgo claro y único, la presión de ser el centro del mundo por las noticias, los diferentes idiomas, miles de personas queriendo ayudar, pocos expertos sobre submarinismo en cuevas, muy poca experiencia en un rescate así y 13 vidas humanas en juego…
Un ejemplo de experiencia al límite que pone en jaque nuestra capacidad de resiliencia. Porque cuando hablamos de resiliencia hablamos de la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas. Este término nace de la psicología y en los últimos años también se usa para hacer referencia a la habilidad de equipos o comunidades para superar retos o situaciones límite. Las culturas resilientes no buscan construir estoicos individuos con capacidad infinita de aguante, sino equipos que se adapten a las necesidades del entorno.
Y en este ejercicio de resiliencia radical me llamó la atención un testimonio de uno de los buceadores expertos que asumieron el desafío, era Jim Warny, que confesaba que siempre le había preocupado ser demasiado frío, poco emocional… Y sin embargo lo que era una “imperfección” para él se había convertido en una virtud. Podía aprovechar ese nivel de desapego para hacer foco en la labor pura de rescate.
En biología existe el termino exaptación (Stephen Jay Gould y Elisabeth Vrba) que hace referencia al rasgo de adaptación al entorno que empieza a ser utilizado y mejorado para una utilidad diferente. Por ejemplo, las plumas en su origen tuvieron como función el cortejo y poder mantener la temperatura corporal de forma eficiente… lo de volar sucedió millones de años después.
Ambos ejemplos nos transmiten la infinidad de posibilidades que tenemos para adaptarnos. Por ejemplo, en las empresas no sólo podemos prepararnos o reaccionar, también podemos generar un entorno, una cultura donde los equipos y el talento se sientan seguros para transmitir sus habilidades, mostrarse vulnerables y tener espacio para aprender y, por lo tanto, equivocarse.
En los entornos empresariales normalizados nos encontramos con el reto de tener que enfrentarnos a cambios de forma constante. Cada vez más son cambios que se salen de lo habitual, para los que no existe un histórico de experiencia y que necesitan de nuevas habilidades y conocimientos. Que exigen una nueva mentalidad para la toma de decisiones donde la imperfección es un elemento más a sumar.
Las situaciones imperfectas debemos enfrentarlas de maneras diferentes, los KPIs de éxito hasta ahora no garantizan poder actuar de una manera resiliente. Debemos conocer más allá de lo obvio a nuestros equipos y colaboradores: buscar habilidades y características no evidentes, un matemático artista, un médico que bucee, un programador que escale. Debemos ser innovadores en cómo usamos nuestras habilidades (por ejemplo, si sabemos comunicar en público podemos generar contenido en YouTube), herramientas (si tenemos prensas podemos usarlas para reciclar), activos (si tenemos imagen de marca podemos impactar social y responsablemente), palancas (si tenemos una red de distribuidores podemos hacer más eficiente un nuevo negocio)…
Al igual que un rasgo biológico no tiene una única función determinada, nuestras habilidades y capacidades tienen más aplicaciones. No debemos ser esclavos de la herencia de uso empresarial del pasado, sobre todo si nos encontramos ante una realidad diferente y en cambio. La herencia no tiene por qué ser mala pero no puede encasillarnos y encorsetar otras habilidades “imperfectas” para el negocio.
Una cultura resiliente nos ayudará a detectar esas posibilidades gracias a componentes altos de confianza, diversidad, imaginación y objetivo común. Potenciar a cada miembro del equipo en un entorno de confianza para que conforme un ecosistema rico en soluciones.
Debemos tener en cuenta que esta búsqueda de la diversidad e imperfección nace mucho de la pasión personal, de los intereses más allá de lo profesional y de las inquietudes de cada uno. Hoy, más que nunca, el colectivo se tiene que formar con individuos que potencien su identidad y sus intereses. Es probable que la imperfección que nos enriquezca no se exprese en un CV.
La naturaleza tarda millones de años en aplicar la exaptación, nosotros no tenemos tanto tiempo. ¿Cuánto conoces a las personas que te rodean? ¿Qué diferentes funciones puedes abordar con tus activos y equipo? ¿Tienes una cultura que permita crecer desde la vulnerabilidad? ¿Qué imperfección te lleva a ser mejor resiliente?
Enrique Ricart
Estrategia e innovación en Soulsight